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S A L I R

La Lengua Sentenciada

(Apuntes para una sociología del gallego)

Manuel Domínguez Quiroga

El idioma gallego tiene un problema socio-cultural desde hace mucho tempo. En determinados momentos (por ej., en el franquismo) llevó aparejado un problema político. En estos momentos tiene el riesgo de que aflore otro problema político. En los partidos había un cierto consenso, mas los presuntos abusos de una parte propiciaron, en la otra, promesas y expectativas de signo contrario. En calquier caso advierto que esta coyuntura no es el tema de este trabajo. (Quedará para otra ocasión.) Lo que aquí vamos a tratar es el problema base, ese poso que está latente en todos los demás problemas.

     Entrada del viernes 23 de Octubre de 2009:
1.- En el mundo hay, aproximadamente, unas 6000 lenguas de las cuales, según un informe de la Unesco, pueden desaparecer el 90 % en los próximos cien años.

En la U.E. actual, con casi 500 millones de personas, hay 23 lenguas oficiales y más de 60 minoritarias o autóctonas de muy diversa implantación y desarrollo. (Varias de ellas -10 o 12- son minoritarias respecto a Europa, pero no respecto a su territorio.) A pesar de lo dicho en el párrafo anterior muchas de estas lenguas europeas están experimentando un cierto renacimiento.

La U.E., conforme a la “Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea” y a la “Carta Europea de las Lenguas Minoritarias” (ratificada en Estrasburgo el 5-11-1992 por los Estados miembros del Consejo de Europa),(1) promueve y practica una política positiva hacia esas lenguas partiendo del principio de que la diversidad lingüística es un patrimonio cultural de todos. Tiene fijado como objetivo –realmente ambicioso- el conseguir que cada ciudadano domine su lengua materna más otras dos lenguas extranjeras. La Comisión Europea apoya a dos organizaciones dedicadas a la promoción de esas lenguas minoritarias: La “Oficina Europea de Lenguas Minoritarias” y la “Red Mercator”. Hay también un Comisario de Multilingüismo. Un dato que avala esas políticas es el de que un 56 % de la población habla dos de las lenguas europeas.

De entre todas esas lenguas minoritarias la de mayor número de hablantes es el catalán (en sus 4 variantes), con más de 7 millones de personas. Detrás le sigue el galego, aunque a considerable distancia, seguido de todas las demás en posiciones decrecientes hasta el punto de que algunas tienen un número de hablantes meramente testimonial. (2)



2.- El gallego es una de esas lenguas minoritarias. Ahora lo que procede preguntarse es si se trata de una de aquellas llamadas a desaparecer. Es evidente que con el advenimiento de la democracia y con la incorporación a las Comunidades Europeas las circunstancias mejoraron mucho con respecto a las que había antes, hace 30 anos. Ahora hay legislación y administraciones públicas en gallego, enseñanza, radio y televisión, más libros en gallego que nunca, etc. Parecería que están anulados varios de los condicionantes que suelen actuar en los procesos de substitución lingüística, pero aún así el número de hablantes naturales (los que aprenden la lengua como lengua materna) va decreciendo (o cuando menos no avanza) aunque pueda aumentar el de “conocedores académicos”. Teóricamente, el gallego tiene cada vez más simpatizantes y defensores pero, si vamos a la práctica, habría que hacer una verificación: ¿Cuantos de estos crían a sus hijos en gallego? Estos son los auténticos simpatizantes y defensores.

De las variadas circunstancias que intervienen en las substituciones lingüísticas, un parámetro decisorio y trascendente es la renuncia de los padres a transmitir su lengua materna a los hijos. Este hecho ya se consumó en un cierto porcentaje de la población (como veremos más adelante) lo cual nos puede provocar la duda sobre la viabilidad de una “recuperación” lingüística. Aún así, con los medios que mencionamos antes podría ser factible, pero nos encontramos con otro gran escollo: la actitud negativa –heredada del pasado- que todavía mantienen muchas personas. Entre unas cosas y otras el futuro de la lengua gallega se ve muy incierto.

Hay posiciones optimistas, pero también quién piensa que nuestra lengua está sentenciada por la historia política sin que ella (¡la pobre!) tenga ninguna culpa pues técnicamente es una lengua completa y con capacidad de comunicación y expresividad como cualquier otra. Sí, está sentenciada y la ejecución de esa sentencia está en manos de todos los gallegos. [Anexo]



3.- Esto nos lleva a un montón de preguntas:
      ¿Cómo se llegó a esta situación?
      ¿Qué piensa de ello la sociedad gallega de hoy?
      ¿Se puede salvar una lengua así?
      ¿Tiene algún valor especial para que merezca la pena?
      ¿A quién correspondería hacerlo?

En un asunto así debería haber unanimidad y, sin embargo, sabemos que las respuestas que se nos puedan dar resultarán divergentes y con muchos matices. Es un tema muy controvertido y delicado por cuanto priman unos sentimientos personales y una concurrencia de actitudes heredadas sobre el raciocinio y los criterios científicos.

Yo voy a tratar de aportar, de forma esquemática, unos datos mínimos con la pretensión –reconozco que difícil- de que sean lo más objetivo posibles, para que –con ese guión- cada lector construya su propio discurso.



4.- El reinado de Isabel la Católica empieza en 1474 y el de Fernando en 1479. Entre los dos gestionarán una especie de federación de reinos, Castilla y Aragón, con la que comienza a vislumbrarse una unidad política bajo el liderazgo de Castilla (el reino más extenso y poderoso de la península ibérica). España todavía no existe, pero se está gestando.

Los Reyes Católicos fijaron como un objetivo de su política interior el fortalecimiento de la Monarquía (otorgándole un carácter distinto al que hasta entonces había tenido) y a la centralización de la administración, minorando –en ambos casos- los privilegios de la nobleza.

En ese momento en el territorio del futuro Estado había 3 clases de hablantes:
Los científicos y eruditos hablaban (o cuando menos escribían) en latín, la Corte Real en castellano y luego cada pueblo en su lengua tradicional. Si entonces se hubiese sabido de las lenguas lo que se sabe hoy se habría intentado mantener ese status, pero como en aquel entonces as lenguas no tenían más consideración que la de circunstancias coyunturales no fue así. Cuando el nuevo Poder, la Corte, comenzó a extender sus “tentáculos” sobre el país, suplantando a los poderes efectivos e inmediatos que la aristocracia había tenido hasta entonces en sus respectivos feudos, su modo de hablar, el castellano, se fue extendiendo también. Los romances vecinos (ástur-leonés, navarro y aragonés) se fueron integrando en el castellano (recibiendo y aportando) o retrocediendo hacia un territorio menor. Otros dos –los más distantes y a la vez los dos con más tradición literaria- el gallego y el catalán, continuaron con su normal existencia. (El catalán, incluso, continuó unos siglos como lengua oficial en Cataluña.) Galicia siguió con su lengua de siempre, pero, al mismo tiempo, unas pocas personas llegadas de afuera hablaban castellano. La trascendencia de esta circunstancia estribaba en que estas pocas personas eran las que estaban en la cumbre política de la sociedad. Primero –a partir de 1485- empezaron a venir los Corregidores Reales con sus secretarios y ayudantes. Después escribanos, mandos militares y funcionarios en general. Las escrituras notariales que hasta el año 1500, aproximadamente, se hacían en gallego comenzaron a hacerse en castellano. Las Ordenes religiosas pasaron a depender de Superiores de Castilla. Los miembros de la nobleza, unos castigados y otros seducidos por el ambiente regio, se hicieron absentistas y pasaron a vivir cerca de la Corte cambiando su idioma. La literatura gallega dejó prácticamente de existir. Y así, entre unas cosas y otras, el castellano se fue infiltrando. (3)



5.- En los primeros siglos esta infiltración sería casi imperceptible. La gente normal seguía hablando gallego y transmitiéndoselo a sus hijos como es lo natural. Al castellano no le considerarían, todavía, como una expresión superior. Más bien sería visto como algo ajeno y extraño. Algo así como el latín. En latín oían Misa y en castellano escuchaban los sermones. Entendiesen o no esas formas serían consideradas ambas como parte del mismo ritual.

Pero, sin nadie percatarse, el proceso de degradación social (no el lingüístico) estaba en marcha. Un proceso lento, secular, pero imparable. Que no eliminaba el gallego, pero que le iría devaluando socialmente. La poca gente que estudiaba tenía que hacerlo en castellano. El que aspiraba a un puesto relacionado con el poder, también. Poco a poco se fue relacionando lengua con status social. Los pasos siguientes serían la práctica de la diglosia, la creación de un estereotipo anti-gallego y, después, la entrada en una lenta, pero firme, “substitución lingüística.”



     Entrada del lunes 26 de Octubre de 2009:
6.- La substitución lingüística (o cambio de una lengua por otra) es un fenómeno conocido, presente y constante en la historia de la humanidad. Son procesos que pueden durar varias generaciones y, en la práctica, se articulan de varias maneras:
a) Por la simple substitución. Gente criada en una lengua materna adopta la otra (dominante) porque percibe en ella más categoría social.
b) Por ruptura intergeneracional con abandono de una lengua a favor de la otra porque unos padres no enseñan su lengua materna a los hijos sinó la nueva lengua de más prestigio y oportunidades.
c) Por imitación. Muchos hablantes cambian de lengua simplemente al ver que lo hacen otros de su entorno.

Está comprobado que este proceso suele empezar por la clase aristocrática, sigue por las clases altas urbanas, luego las clases medias urbanas, después las clases altas rurales y sigue bajando de nivel en la escala social hasta llegar al fondo.

Este proceso general se dio y se sigue dando en Galicia. Aún no se completaron todas las etapas, pero lleva camino de ello. No es fácil dar fechas, pero posiblemente fue un proceso tardío y la renuncia del primer estamento en ceder colectivamente (el aristocrático o semi-aristocrático como los señores de los pazos) se pueda establecer en los finales del siglo XIX o comienzos del XX. (Dejando al margen a la alta nobleza –los Lemos, Monterrey, Salvaterra, etc.- que desertó en el primer momento y teniendo en cuenta que antes de la substitución habría gente instruida que hablaría castellano sin por ello dejar el gallego.)

La “deserción” masiva es relativamente reciente. (4) Todos los gallegos castellano hablantes nacidos durante el franquismo (exceptuando, claro está, a los procedentes de familias foráneas), digamos todos los que tienen más de 35 o 40 años y que hoy hablan castellano, tuvieron unos padres, o como mucho, unos abuelos, que eran gallego-hablantes. Haced una encuesta entre vuestras amistades y quedareis sorprendidos de lo cierto que es esto.



7.- Lo visto hasta ahora es un proceso normal, repetido en cientos de lugares y tiempos. Pero es que en Galicia hubo más, hubo algo más grave. A la par de ese proceso de pérdida de hablantes en determinadas clases sociales, hubo otro proceso: la formación de un específico estereotipo, falso por supuesto. Una creencia de muchas familias, que la fueron transmitiendo de padres a hijos: la de que el gallego era una lengua de pobres o de paletos.

Se formó un prejuicio, un complejo, una tara. Un prejuicio colectivo, un complejo asumido, una tara socializada. En definitiva: un autodesprecio, una castración de la identidad. Llegamos a tener vergüenza de ser gallegos e, inconscientemente, dedujimos que, si renegábamos del gallego, seríamos menos gallegos (que es lo que –lamentablemente- en el fondo deseábamos).

Hai muchos gallegos que sienten vergüenza de serlo. (¡Así nos va!). Esos mismos consideran que gallego es el que habla gallego. (“Yo soy gallego, pero no ejerzo” me decía una vez uno.) Es algo paradójico. Y digo paradójico porque esos, sin percatarse, están asimilando lengua y nacionalidad. No hace falta que los concienciados o los políticos digan que el idioma es la señal de identidad del pueblo; son los propios renegados (los que reniegan) los que lo están dando a entender.



8.- Aún se podría hablar de una tercera fase (esto ya totalmente surrealista), la creencia de que “el gallego es, por si mismo, una lengua paleta”. Digo surrealista porque aún admitiendo que en determinados casos pudiese lamentablemente haber algo de cierto en las correlaciones castellano/culto y gallego/rústico lo que no tiene duda es que una lengua, en si, ni es paleta ni deja de serlo. Podrán serlo algunos hablantes particulares, pero la lengua, lo que se dice la lengua, es un fenómenos social perfectamente construido, estructurado y competente y, en consecuencia, merecedor de toda admiración y respeto. ¿Tanto como cualquiera otra manifestación histórica cultural? Yo diría que más. Mucho más. Es el “invento” cultural más importante de cualquier pueblo.

Hay que tener muy presente otra cosa: el desprestigio social no resta valor lingüístico. Son cosas distintas.



9.- Un indio boliviano o un nativo de Córcega puede usar, respectivamente, el quechua o el corso para hablar con los vecinos y, en cambio, emplear el castellano o el francés cando va al médico o a un centro oficial. Es el comportamiento conocido como diglosia.Escojen la lengua según las circunstancias. Pero eso no quiere decir que sienta vergüenza por hablar su idioma ni que sea mal visto por la sociedad. En cambio en Galicia esto sí que se dio en el pasado cercano y aún se sigue dando en alguna gente anclada en ese pasado. En Galicia no sólo tuvimos diglosia sino que, encima, tuvimos vergüenza, auto-odio, complejo, prejuicio o como se le quiera llamar.

Hablo en primera persona del plural, pero, evidentemente, me refiero a una gran masa de población pero no a su totalidad. No podemos incluir a muchos gallegos (paisanos o no) que siguieron hablando gallego como si nada, sin ningún complejo, ni a muchos grupos de ilustrados, intelectuales y concienzados que trataban de practicar una resistencia lingüística. Unos por convencimiento, otros por rebeldía.

A todos estos, algunos les llamaban “galleguistas”, pero (¡a lo qué se llegó!) con un tono, difícil de definir, entre despectivo, crítico y burlón.

Está comprobado que la diglosia, a largo plazo, lleva a la desaparición o desvanecimiento de la lengua de menor predicamento social. Excusamos decir lo que puede pasar cuando el menor prestigio se aplica no solo a la lengua sino que atañe, además, a los hablantes por el mero hecho de hablarla.

El término contrario al de diglosia es el de “equilingüísmo”, cuando ambos idiomas pueden ser usados en las mismas circunstancias.

En ambos casos hablamos de “bilingüismo”, pero en el primero nos referimos a un “bilingüismo negativo” y en el segundo a un “bilingüismo positivo”.



10.- Veamos un caso más restringido de todo esto que estamos comentando. Una actitud de la alta sociedad a principios del siglo XX. Sobre todo en las mujeres. A un caballero de la alta sociedad todavía se le podía consentir que, a veces, hablase gallego. Sería considerado como un hombre campechano. Pero en una dama de buena familia eso podía ser escandaloso. Sería algo tan grave como querer estudiar o trabajar. Esas mulleres, “las señoritas”, cuando fuesen madres serían transmisoras de la actitud aprendida. De ahí que, aunque ya no haya propiamente clases sociales, los descendientes de la antigua “alta sociedad” sean, actualmente, los más remisos (cuando no los más enemigos) de todo lo que tenga que ver con nuestra habla propia.(5) Estoy seguro de que tú, lector, conoces a alguna familia así.

En un pasado reciente el gallego llego a ser considerado por los partidos clandestinos, de izquierdas, como un “idioma de clase”. A primera vista pudiera parecer que tenían razón, pero yo matizaría que, aunque efectivamente fuese el idioma de las clases populares también lo era de gente de un determinado talante: la gente llana, comprometida, sencilla, abierta y liberal.

Cuando, históricamente, el idioma se formó pertenecía a todas las clases sociales, empezando por las más elevadas. Se no hubiera sido así no habría nacido porque es de suponer que las personas de más prestigio social fueron las que determinaron que se impusiera esa forma de hablar. Fue después, con el paso de los siglos, cuando unos aguantaron y otros abandonaron. Ahora se pretende que vuelva a ser de todos. Esta generación tiene la oportunidad de restablecer la normalidad perdida.

No sólo es una oportunidad sinó también un privilegio y una responsabilidad. Después de cinco siglos de determinismo y conformismo ahora es el momento de una "revolución pacífica" de decisiones voluntarias y conscientes.

Las generaciones anteriores fueron todas víctimas de las circunstancias históricas. No fueron libres. Pero nosotros, todos los gallegos hoy vivos, tanto jóvenes como mayores, no tenemos disculpa. Si ahora no respondemos como es debido es probable que nuestros descendientes, que serán sin duda más cultos y adelantados que nosotros, tengan añoranza de esa lengua que podrían haber tenido pero que por culpa nuestra (así lo dirán de forma incriminatoria) no llegaron a poder disponer de ella.



     Entrada del miércoles 28 de Octubre de 2009:
11.- La culminación (agravamiento) de todo el desarrollo de la problemática de la consideración social del gallego se dio con el franquismo. Es cierto, como dicen algunos nostálgicos de esa época, que no hubo ninguna ley que prohibiese expresamente las lenguas vernáculas, pero hubo cientos de disposiciones -fruto de una política generalizada- para imponer exclusivamente el castellano. En la administración, en la enseñanza, en los medios de comunicación, etc. Se vieron afectados el nombre de las personas, el Registro Civil, las escrituras notariales, los libros de texto y las clases, la propaganda de los comerciantes, los carteles y anuncios, la radio y los periódicos, todo. Incluso implantaron el doblaje de las películas extranjeras presentándolo como un avance técnico cuando el objetivo perseguido era constituir –como en los demás ámbitos de la vida- un monolingüismo exclusivo castellano. Hasta se cambió la toponimia de las poblaciones porque todo lo que pudiese sonar a gallego, catalán o vasco estaba como apestado. [Anexo]

Toda la gente de mi edad recordará cómo en las escuelas, colegios y seminarios se castigaba a los que hablaban gallego, cómo cualquier maestro que osase hablarlo estaba expuesto a una depuración, cómo la policía desconfiaba de todo lo que sonase a tal, cómo –con toda la intención despectiva- se catalogaba al idioma de dialecto, etc. (6)



12.- En ese período, aparte de las presiones políticas, se dieron simultaneamente una serie de cambios sociales que conviene tener en cuenta:
- Emigración o éxodo del campo hacia las ciudades a partir de 1950.
- Cambios de actividades productivas: depresión del sector primario (labranza, ganadería, pesca, ...) en favor del secundario y terciario (industria y servicios).
- Generalización de la enseñanza, exclusivamente en castellano.
- Acceso progresivo y masivo a los medios de comunicación social, todos exclusivamente en castellano: prensa, radio, cine y televisión.
- Incremento de la burguesía con el lanzamiento de la economía (a partir de 1959, con el Plan de Estabilización).

Los cambios de status social, unido a la creencia de que cada clase tiene su propio idioma, resultaron ser una excelente alianza con la política de franquismo.

Quizás en aquel momento aquella sociedad no pudo hacer más de lo que hizo, pero debemos meditar en cómo encajar eso con lo que dicen los sociolingüistas de que una población que permite –y no digamos ya si fomenta- una substitución lingüística dice muy poco de su autoestima y de su grado de desarrollo cultural. Esa deslealtad es propia de pueblos socialmente inferiores. También hablan, a la inversa, de “lealtad lingüística” como actitud propia de los que se quieren reafirmar en si mismos.



13.- A partir de mediados de siglo (desde que el Gobierno de España pretendió entrar en la UNESCO, hecho que ocurriría en 1953) se aprecia una leve minoración de la presión que fue permitiendo, poco a poco, que mucha gente comprometida intentase contrarrestar los efectos negativos de la situación lingüística:

En 1947 la obra “Cómaros verdes”, de Aquilino Iglesias Alvariño, pasa la censura y se publica , siendo el primer libro en gallego de la posguerra.
En 1950 se funda la Editorial Galaxia.
En 1971 la Universidad de Santiago crea el Instituto da lengua Galega. Una de sus primeras tareas es la elaboración del primer manual de aprendizaje del gallego (Galego 1, 2, 3).
En 1972 se instaura una Cátedra de Lingüística e Literatura Galega en la Facultad de Filología de Santiago.
En muchas villas y ciudades se constituyen asociaciones culturales defensoras del gallego.
Se organizan conferencias y cursos en gallego. (7)
En los periódicos aparecen –en unos más que en otros- colaboraciones en gallego.
La Iglesia recapacita y admite la liturgia en gallego, misas y homilías incluidas.
Un público determinado se interesa por el libro en gallego.
Se crean, en la clandestinidad, partidos políticos y sindicatos todos los cuales son defensores de la lengua propia.
Se promociona el teatro gallego.(8)
Etc.

Todas estas actuaciones, aparte de su propio valor, tienen un efecto estimulador y recuperador de la autoestima idiomática.

En la ciudadanía afín renace una cierta esperanza. Se recuerda que las lenguas no mueren exactamente sino que dejan de hablarse, pero que ese hecho puede ser reversible. El caso típico, que se menciona siempre, es el del hebreo que siendo una lengua que ya no se hablaba en tiempos de Cristo (salvo en la liturgia judía) ahora, pasados más de 2.000 años, fue recuperado y las nuevas generaciones de israelíes ya lo tienen como lengua materna.



14.- Cando llegó la democracia parecía que todo iba a cambiar. No es que la sociedad cambiase de parecer de repente y en bloque, pero ocurrió (como en algunas otras cosas) que las opiniones de los más progresistas se impusieron y alcanzaron la categoría de lo “políticamente correcto”. Los partidos trataron de ganarse a los intelectuales, pero como estos, en general, a pesar de pertenecer a ideologías distintas, todos tenían en común un criterio de defensa y respeto del gallego, favorecieron la expansión en todos los ámbitos. A partir de ahí esos partidos aceptaron el idioma, muchos periodistas, que antes no lo hacían, ahora escribían en gallego, el grueso de la sociedad pedía “Galego en la escola”, las Corporaciones y entidades políticas vieron que lo normal era expresarse en el idioma originario del país, etc.

Hubo como una especie de examen de conciencia colectivo, se reconocieron los “pecados” del pasado y el sentido común de la gente se percató de que el gallego era una lengua, consideración que antes pasaba desapercibida.

Ahora se habla en la radio y en las televisiones, se editan más libros que nunca, los artículos periodísticos son abundantes, se usa en conferencias y discursos de todo tipo, se emplea en la legislación y en las Instituciones, se estudia y usa en la enseñanza, se aplica en la publicidad, se utiliza en Internet, etc. Es el momento de preguntarse si la recuperación del gallego va en serio o no, de cual es su uso, de cual es ahora la actitud de los gallegos y de si se superó el prejuicio mental escondido en el subconciente colectivo.



15.- ¿Que hablan hoy los gallegos? Varía mucho de unos lugares a otros. Y la impresión personal que un observador pueda obtener depende del ambiente en el que se mueva. Pero en conjunto podríamos distinguir tres colectivos:
a) Uno mayoritario de hablantes bilingües. Con un amplio espectro de variedades de actitudes, a los que, si no se les presiona en uno u otro sentido, son tolerantes con ambas lenguas. Son bilingües porque hablan gallego y... el dialecto gallego del castellano. (9)(En esta misma web tengo un trabajo titulado, precisamente, "O dialecto galego do castelán" .Con sonido.)
b) Una minoría que habla sólo gallego, dividida en dos subgrupos: por un lado gente mayor o del campo a la que le cuesta hablar en castellano y, por el otro, gente concienciada que lo hace intencionadamente.
c) Otra minoría que habla sólo castellano. También con dos subgrupos, el primero formado por gente que no sabe gallego o que no se atreve a hablarlo (por miedo hacerlo mal) y el segundo que es el de las personas contrarias al gallego en las que se incluyen desde aquellas a las que simplemente les molesta hasta las que lo odian con todas sus fuerzas.



   Entrada del viernes 30 de Octubre, 2009:
16.- ¿Por qué los gallegos escogen o prefieren uno de los dos idiomas? Las razones pueden ser innumerables y personales, pero simplificando podríamos resumirlas en las siguientes:

Gallego:
         - Porque fue el que aprendieron y hablaron desde siempre.
         - Porque es la lengua en la que siempre hablaron con la familia, vecinos y amigos de la infancia.
         - Porque les gusta. Les suena bien, lo encuentran expresivo y les apetece decir serodio, xeitoso, bubela, cavorco, carballeira, baleiro, afouteza, esquecemento, queixume, etc. etc.
         - Porque sienten que tienen parte en la responsabilidad común de proteger el idioma de Galicia.
         - Porque los políticos (al menos en sus actuaciones como tales) entienden que esa habla es una señal de la identidad colectiva.

Castellano:
         - Porque son nacidos en Galicia, pero hijos de foráneos que no tuvieron la elegancia (por no decir la cortesía) de aceptar el idioma de la tierra de acogida como habrían hecho en otro país cualquiera.
         - Porque en su casa siempre le hablaron en castellano y posteriormente nunca se cuestionaron la necesidad o la deferencia de un posible reciclaje.
         - Porque mantienen el prejuicio o complejo de inferioridad colectivo que se formó históricamente.



17.- Sabemos que llevamos 5 siglos con una progresión de la situación diglósica pero no sabemos exactamente cuando se formó el otro proceso, el del sentimiento antigallego. ¿Se fraguaría en la dictadura a consecuencia de su política lingüística? ¿O sería en un período anterior cuando los “señoritos”, los que vivían bien, comenzaron a hablar castellano y el pueblo llano, que vivía en la penuria, que pasaba hambre y que tenía que emigrar, hablaba gallego? Probablemente la respuesta incluya ambas etapas: En la primera el afán de aparentar y de disimular el status personal sería la siembra y la segunda etapa, la del franquismo, sería la cosecha. Esta sería, digamos, la confirmación, la “institucionalización”, de todos los prejuicios larvados en la sociedad gallega. Lo triste, es que muchos individuos de esa sociedad aún siguen supeditados a los condicionantes impuestos por el franquismo.

No es grato decirlo, pero los enemigos de la lengua están en casa. Somos un pueblo masoquista. Por eso no es de extrañar que nos pasen muchas de las cosas que pasan.

¿Por qué somos así? ¿Porque nuestra geografía y prehistoria tribal (10) nos condicionaron al minifundio, a la aldea, a la colectividad minúscula, sin grandes miras ni pretensiones? ¿Porque nos sometieron una minoría de bárbaros llamados suevos? ¿Porque la revuelta de los Irmandiños acabó en fracaso? ¿Porque no participamos en la “épica” de la Reconquista? ¿Porque el Reino de Galicia fue un Reino abortado a diferencia de los gallegos del sur del Miño que consiguieron liberarse de Castilla? ¿Porque la alta nobleza gallega -a partir de un determinado momento- fue desafecta, cuando no ajena? ¿Porque a partir del siglo XV todo lo relativo a la cultura y a la instrucción hubo de pasar por el filtro castellano? ¿Porque mantuvimos durante siglos un tremendo atraso económico? (11) ¿Porque la poca innovación económica y burguesa del siglo XIX (el “progreso”) vino de manos de forasteros? Son muchas preguntas y no hay quien nos dé respuestas, pero, hay que reconocer que tuvo que haber algún trauma colectivo que dejó su huella e hizo que fuésemos un pueblo acomplejado. Y ante eso unos tratan de redimirse, pero otros lo único que quieren es asimilarse a los prototipos "mesetarios", habla incluida. Unos tratan de sobreponer su personalidad a los fracasos históricos colectivos, otros reniegan de este colectivo y del resto de sus miembros y actúan –forma de hablar incluida- como si no tuviesen nada que ver.



18.- Llevamos más de 30 anos de democracia y de libertad idiomática. ¿Qué es lo que está pasando en estos momentos? Cuando se comenzaba a percibir que el uso del gallego llevaba camino de irse normalizando, cuando se observaba algún tímido avance, cuando parecía que el fogar de Breogán quería espertar do seu sono, detéctanse celos y alarmas que provocan una oposición declarada y belicosa como nunca se había conocido. Hay comportamientos individuales quejándose de supuestos abusos e imposiciones. Hay controversias y protestas. Se forman “mesas” por la libertad del castellano sin importarles para nada la libertad del gallego. Hay una asociación que proclama defender el bilingüismo, pero sin aclarar que es el “bilingüismo con diglosia” lo que se quiere mantener. Se presiona al Gobierno Autonómico para que incumpla sus obligaciones docentes. Etc.(12)

Entonces, ¿no se detuvo el proceso de desvalorización? Parece que no. Las actitudes personales no desaparecen de repente y su permanencia es difícil de cuantificar. Sin embargo, la sociedad cambia y, por otro lado, habría que distinguir entre familias (linajes) y generaciones.

Saberlo a ciencia cierta sería un trabajo de psicólogos, pero es posible que hoy haya individuos (la mayoría jóvenes) que estén libres de la lacra histórica y vean as cosas de modo distinto que sus próximos ascendientes. Quizá sea una minoría pero cabe la esperanza de que esta actitud, la moderna, se vaya imponiendo a la histórica rutinaria. Sin embargo una parte de la sociedad –especialmente de la burguesía- aún conserva unas actitudes, unos sentimientos íntimos, que pueden dificultar el libre raciocinio.

Esta es la única explicación admisible porque ¿Cómo es posible que haya una oposición en algo en lo que, objetiva y lógicamente, tenía que haber una aceptación unánime? Sólo tiene esa explicación: la persistencia del prejuicio histórico. Esa gente deberá considerar su responsabilidad pues en este momento el gallego no reúne las premisas clásicas que llevan a la desaparición de una lengua, a saber, el desuso en la administración, en la escuela, en la literatura, en los medios de comunicación, etc. y sin embargo vemos que está en peligro porque hay –sigue habiendo- otra premisa -no clásica ni general, sino particular y específicamente gallega-. La proporcionada por muchos gallegos que mantienen, en su interior, las actitudes del pasado. Algo que había que superar, pero que no todos os psiquismos tienen la flexibilidad precisa para hacerlo.



19.- Pensábamos que el estereotipo había desaparecido, pero... se ve que no es así. Las apariencias engañan. Ahora el complejo lingüístico no es explícito, no se manifiesta, pero sigue ahí, en estado latente.

La novedad ahora reside en que estas actitudes están de forma enmascarada y disfrazada. Cambiaron las “formas” sociales, pero ¿cambiaron los “fondos” de los individuos? En unos casos se mantienen unos residuos casi imperceptibles y en otros adquieren tintes dramáticos. Ejemplo particular de los primeros podría ser el caso de aquellos que dicen “El gallego está bien para algunas cosas, pero en otras no alcanza la altura del castellano.” Es cierto que cada lengua tiene su "personalidad", pero estoy seguro de que esa afirmación no la harían relacionando portugués y castellano a pesar de lo similar de la situación. Otros dirán que el gallego es bueno para la poesía pero no para otras cosas. No se dan cuenta que con eso están haciendo un elogio del idioma porque, si tiene expresividad poética (que es lo más difícil), también sirve para los asertos pragmáticos (digamos astronomía, química, física cuántica o lo que sea) porque adaptarse a esto no es más que cosa de costumbre.

En los casos más extremos nunca se dirá expresamente -como antes- ningún “axioma” falso (Por ej.: “El gallego es cosa de paletos”.), pero si se recurrirá a argumentos engañosos:
la utilidad de cada lengua en el mundo relacionándola con el número de hablantes,
la libertad para escoger,
el peligro de que desaparezca el castellano, etc.

Respecto a ese primer argumento habría que decir que si un idioma es poco hablado en el mundo eso podrá ser una razón para que sus hablantes aprendan una segunda lengua (el castellano, por ejemplo, ¿por qué no?), pero no es razón ni para desechar ni para "matar” a la primera. (13)

En cuanto a la libertad para escoger hay que recordar que nadie en el mundo tiene esa libertad si se trata de la lengua materna y que, si se trata de escoger de adulto entre dos, es preciso tener previo conocimiento de ambas para que haya auténtica libertad de elección.

La postura/argumento más ridícula es la de aquellos que quieren actuar de “redentores” del castellano. Como si el castellano (la tercera lengua más hablada del mundo, después del chino y del inglés) precisase de redentores gallegos. El castellano está presente y potente, acapara casi toda la actividad pública y no precisa de ninguna ayuda para seguir primando. Da la impresión de que los que menos confían en él son los que dicen defenderlo, esos que –en el fondo- lo que quieren es el monolingüismo castellano. Sabemos que la realidad no es que piensen así sinó que usan ese alegato como excusa atacante.

Hay que concluir que el problema del gallego sigue estando en la subsistencia, ahora larvada, del “prejuicio”. Hay una oposición disimulada. No es frontal, pero busca la forma de rebatir aspectos concretos y actuaciones puntuales.



20.- Deliberadamente evito las estadísticas clásicas, esas que dan el número de hablantes, de gente que entiende una u otra lengua, etc. .(14) En Galicia la estadística que habría que hacer (por otro lado casi imposible por depender del interior de las personas) es la de cuantos desean que el gallego desaparezca, cuantos quieren conservarlo y cuantos son indiferentes.

Queriendo esquematizar la exteriorización del prejuicio podríamos reducirla a tres grados simbolizados en otras tantas palabras: odio, vergüenza y pudor.

Odio.- Es el sentimiento que anida en los que ejercen de militantes contra el gallego. Nunca dirán nada en contra de la lengua, pero aprovecharán cualquier grieta en la legislación o en los usos para atacarla inadecuadamente. (Dase, más que nada, en estamentos socialmente altos y, a veces, en gente de origen rural recompuesta con un avecinamiento de ciudad.)
Vergüenza.- Manifiéstase en aquellos que lo hablan, pero, que antes de hacerlo, miran bien con quien están. Si es con sus interlocutores de siempre lo harán sin problema. Si es con personas desconocidas habrán de pensarlo primero.
Pudor.- Es parecido, pero con una graduación menor. Se da en dos situaciones distintas: una es la típica “deferencia” de los paisanos. Éstos a un forastero bien vestido le hablan “por deferencia” en castellano (Por deferencia o para demostrar que lo saben) y muchos “urbanitas”, hablantes normales de gallego, en las mismas circunstancias, también hacen lo mismo. Podríamos decir que se pasan de “educados”, lo cual ya presupone algo, por pequeño que sea, en nuestra idiosincrasia gallega.
El otro caso de pudor es de tipo psicológico. Personas que se conocen desde hace muchos años y tienen el hábito de hablar entre ellas siempre en la misma lengua, en la que sea. Incluso cuando están en un grupo que habla en la otra, dándose situaciones curiosas de alternancia constante según el interlocutor de cada momento preciso. Como se tuvieran establecida, tácitamente, una lengua de relación personal. Se da mucho entre padres e hijos, hermanos y antiguos compañeros de colegio. También es cierto que esa especie de tabú pudoroso desaparece cuando uno de los dos se decide a dar el paso de cambiar. Entonces es cuando se percatan de que el comportamiento anterior no era más que una tontería.



   Entrada del lunes 2 de Noviembre, 2009:
21.- Galicia es una sociedad moderna y, como tal, plural. Nada que ver con los pueblos del tercer mundo o con la sociedad gallega de antaño formados por súbditos de pensamiento único. Pero no tendría por qué haber ningún problema si se buscase una situación de bilingüismo positivo. Y sin embargo hay tensiones y, a veces, cierta polémica. Por eso, antes de entrar en esas polémicas, antes de recoger y valorar argumentos y posiciones, tendríamos que saber de qué estamos hablando.

Pues bien, estamos a hablar de “lenguas”. Pero ¿sabemos o nos paramos a meditar qué es una lengua? Al ser un fenómeno cotidiano, que aprendemos de niños como parte de nuestro desarrollo (como puede ser el aprender a andar, conocer gente, etc.), que nos acompaña toda la vida, que tienen todos los hombres del mundo, que se muestra de forma espontánea y natural, puede parecer algo intranscendente. Y sin embargo, las lenguas son unos inventos colectivos con los que hay que tener muy poca sensibilidad para no apreciarlos debidamente. La mentalidad culta moderna, que se preocupa por las especies animales en peligro de extinción, por la arqueología o por los bienes materiales (artísticos o no) que tienen cierta antigüedad, no podía olvidarse de las lenguas, esas obras inmateriales pero reales, fruto de cada una de las comunidades humanas, construidas espontáneamente a lo largo del tiempo, sin planos ni proyectos, como un don misterioso que nadie es capaz de explicar. Si una lengua fuese el invento de una persona o de un grupo, o ese grupo fuese el que le hubiera conferido toda la complejidad de su estructura y de su utilidad , ya sería meritorio, pero no es este el caso. Todas las lenguas (sus sonidos, su léxico, su morfología y sintaxis, toda esa armazón o “arquitectura” coherente y precisa) fueron organizadas de forma aparentemente natural, pero de manera realmente enigmática.

Lo menos que se puede decir de las lenguas es que tienen un algo misterioso. Mucho más que ninguna otra institución colectiva. Las costumbres, las tradiciones, incluso las religiones, tuvieron un momento en el que, más o menos conscientes, unos individuos las prepararon. Pero la lengua es una entidad tan compleja que no parece que fuese espontánea y colectiva y sin embargo fue así.



22.- Aunque no existieran diccionarios ni gramáticas la lengua de un pueblo es un tesoro espiritual guardado en el cerebro de todos sus hablantes. Ningún individuo lo guarda al completo; cada uno tiene su habla individual, pero el conjunto es la lengua de todos.

Las lenguas son unas entidades sociales que actúan como si realmente tuviesen vida propia. Todas proceden de otra lengua “madre” (¿Habría una primera única?), tienen familias y parentelas, evolucionan y crecen hasta hacerse adultas, cambian, se influyen, se diversifican, etc. Y todo eso por fuerzas sociales incontroladas. Ningún individuo puede programar nada. Son movimientos gregarios como una bandada de golondrinas volando en un grupo sincronizado.

Históricamente cada lengua diferenciada fue “construida” (reconstruida) por un pueblo diferenciado. Si nos remontamos varios miles de años vemos que una lengua indoeuropea dio origen a otras distintas, incluyendo una itálica. De esta derivarían varias, entre ellas el latín. Y del latín, las lenguas romances. Cada uno de esos cambios –a lo largo de dilatados períodos- lo fue haciendo una sociedad distinta, cambiada. El gallego es uno de esos romances derivados del latín. Pero eso quiere decir que si en el noroeste peninsular, en la antigua Gallaecia romana, se forjó una forma de hablar distinta de las otras vecinas es porque, previamente, había ya una comunidad, un grupo humano, dentro de un espacio geográfico, que se relacionaba y que se quería comunicar y entender.

Mucha gente considera a las lenguas como algo circunstancial, una tradición o una herencia del pasado sin mayor trascendencia. Algo así como los trajes típicos o los bailes regionales. No saben lo equivocados que están lo que prueba que no todo el mundo debiera considerarse capacitado para discutir sobre la lengua.
Comentemos, aunque sea de pasada, algo sobre las lenguas.



23.- El lenguaje es una facultad de la especie homo sapiens que le vale para poder comunicar ideas o sentimientos mediante un código de signos que conocen el transmisor y el receptor. Por extensión se suele llamar lenguaje a otros tipos de comunicación, como el “lenguaje” animal o el “lenguaje” corporal, pero el único lenguaje propiamente dicho, por sus especiales características, es el lenguaje humano. El lenguaje humano es un maridaje de fisiología (cuerdas vocales, oído, etc.) y mente (pensamiento).

Esa facultad de lenguaje se materializó a través de la historia en miles de formas distintas, las lenguas. Unas parecidas, otras muy diferentes, pero todas –una vez consolidadas- útiles y eficaces.

Así que por lengua entendemos cada una de las formas en las que la propiedad del lenguaje se manifiesta. Cada lengua es el aprovechamiento por una sociedad de esa facultad humana. El lenguaje es una facultad humana y cada lengua, una institución social.

El fenómeno lengua es algo muy difícil de definir. ¿Por ser algo sencillo con lo que convivimos a diario? Al revés, por ser algo sumamente complejo. Una lengua es ... ¡Son muchas cosas! Es una concertación social, es un comportamiento adquirido y transmitido, es un conjunto de sonidos convencionales, es un sistema de señales, es un medio de comunicación, etc. pero, antes que todo eso, es una infraestructura social formada por pensamientos individuales. Y gracias a esto es todo lo demás. Gracias a esto yo puedo emitir determinados sonidos equivalentes en mi mente a unos conceptos y, el receptor que conozca el mismo “código”, entiende esos mismos conceptos al oír tales sonidos.

Antiguamente los estudiosos hablaban de lengua y de pensamiento como dos cosas distintas. La mayoría de las escuelas actuales, divergentes en otros aspectos, parten de la base común de que lengua y pensamiento son lo mismo.

El lenguaje transmite los conceptos, juicios y raciocinios del pensamiento. Y este se conserva y se fija a través de aquel. Uno sin el otro no puede existir.

“Lengua y formación de ideas son, en el fondo, una sola cosa, y constituyen expresión de idéntica capacidad; la lengua y el pensamiento son, en sentido estricto, lo mismo. La aparición de la capacidad lingüística resulta igual a la hominización” (“La Lengua y el hombre”, Bertil Malmberg ).



24.- Hace aproximadamente un siglo Saussure ya advertía sobre “... la concepción superficial del gran público, que no ve en la lengua más que una nomenclatura” (Ferdinand de Saussure, “Curso de Lingüística General”)

El lenguaje forma parte de la evolución del homo sapiens. Surgió, muy lentamente, por la necesidad del humano, como ser social, de comunicarse con sus congéneres. Nadie sabe los intentos primitivos y rudimentarios que pudo haber en la prehistoria más arcaica, pero cuando el lenguaje fue tomando la esencia actual, al mismo tiempo que iba cristalizando cada lengua, se iba formando una mente conceptual de capacidad abstracta. El hombre pretendía una cosa y, sin saberlo, obtuvo dos.

La lengua desde los primeros momentos fue usada como un medio de comunicación. La seguimos usando como tal, pero si queremos ser estrictamente precisos tendremos que admitir que no es que sea intrínsecamente un medio de comunicación, sino que ¡la usamos como medio de comunicación! Primariamente es una estructura de pensamiento. Después, cuando coincidimos con otra persona que tiene esa misma estructura, es cuando la aprovechamos para comunicarnos.

Si dos personas conversan en una determinada lengua es porque esas personas piensan, relacionan ideas y construyen razonamientos con el mismo sistema. (Si se diera el caso de que una de ellas estuviese traduciendo por pertenecer a otro esquema conceptual lo que estaría haciendo es “interpretar”. Por eso se le llama “intérprete”.)

Sería apropiado decir que la lengua es un “medio de compartir el pensamiento”. Las palabras de por si no comunican nada. Los que comunican son los conceptos cuando nuestro interlocutor es hablante de la misma lengua y tiene los mismos significantes que nosotros. La lengua no es un conjunto de meros sonidos componentes de un código de señales. Es la transmisión de un concepto, identificado con un determinado sonido, sonido que evoca en la mente del receptor el mismo concepto que tiene en mente el transmisor. Podemos concluir que el lenguaje realiza dos funciones: Una, previa y básica, de estructurar nuestro pensamiento. Y otra de servir de medio de comunicación gracias a poder compartir estructuras mentales semejantes.

Lo que ocurre, en una visión rutinaria y superficial, es que la segunda función es más llamativa y perceptible que la primera, pero no por eso debemos olvidarnos de que ambas funciones son complementarias e igual de importantes. Ambas son interdependientes. Ambas están integradas en una reciprocidad mutua.



25.- Somos seres racionales a través del lenguaje. Gracias al lenguaje. El lenguaje, concretado en una determinada lengua, se compone del “catálogo” de todos los conceptos que conoce esa lengua y de la estructura que los relaciona y acondiciona según lo que se quiera expresar. La palabra “cabalo” aparte de ser una palabra (un sonido convencional) es un concepto. Los gallegos tenemos el concepto de 'cabalo', otros el de 'caballo', otros el de 'horse', etc. En este caso el significado del concepto es el mismo, solo su “nombre” (el sonido que lo representa), el significante, es distinto.

Este ejemplo del caballo es el caso más simple, pero ya es igual (y quizá se entienda mejor) si en vez de un nombre de una cosa material o concreta ponemos el ejemplo con nombres abstractos: preguiza, ledicia, agarimo, teima, etc.
¿La sensación que evocamos con la voz 'preguiza' es exactamente la misma que la de 'pereza'?

Hay innumerables casos de palabras que, a pesar de que los diccionarios las equiparen, tienen connotaciones y matices que no son exactamente los mismos. No es específicamente lo mismo 'cismar' que 'obsesionarse', 'rosmar' que 'refunfuñar', ‘trapalleiro’ que ‘trapacista’, ‘tolear’ que ‘enloquecer’, ‘lambetada’ que ‘golosina’’, 'bica' que 'bizcocho', ’arroutada’ que ‘arrebato’, etc.

También el llamado “campo semántico” una veces coincide y otras no. Las diferencias son más grandes cuanto más alejadas estén dos lenguas, pero se dan incluso en las más próximas. Si un castellano pronuncia /sueño/ el gallego que lo oye no sabe si habla de 'sono' o de 'soño'. Al contrario, si en gallego digo /peixe/ para un castellano puede tratarse de un 'pez' o de un 'pescado'.
Los esquimales no tienen una palabra equivalente a "nieve" sinó que tienen varias para designar distintos tipos de 'nieve'. Como nosotros que para designar el material de nuestro suelo distinguimos entre 'terra', 'barro', 'arxila', 'bulleiro', 'entullo', 'limo', 'sábrego', 'area', 'po', etc. No lo se pero posiblemente ellos solo tengan el concepto de 'terra' y suplan los demas añadiéndole a ese un adjetivo.

Aparte de esto también puede haber diferencias en el componente afectivo. Para una madre gallega no es lo mismo (aunque objetivamente sí sea igual) un 'filliño' que un 'hijito’, ni un ‘colo’ que un ‘regazo’, ni un ‘bico’ que un ‘beso’.

También hay palabras homónimas, que tienen el mismo significante en gallego y en castellano, pero en las que los significados son distintos. Como ‘parvo’ (que en gallego es sinónimo de tonto y en castellano, de escaso), o ‘año’ (cordero / período de tiempo), o ‘arroio/arroyo’ (torrentera de lluvia/ río pequeño), etc.

Los cultismos coinciden (como en la mayoría de las lenguas cultas) aunque los derivados populares (patrimoniales) de cada lengua hayan seguido cada uno (con significado distinto al cultismo) su tendencia específica:
(Latín: CLAVEM:)      clave // chave / llave;
(Latín: STRICTUM :)   estricto // estreito / estrecho;
(Latín: CONCILIUM :) concilio // concello / concejo.

También palabras o expresiones equivalentes pueden pertenecer a distintos niveles de habla. En una conversación coloquial en gallego no tengo inconveniente en decir “velaí”, pero si hablo en castellano con unos amigos decir el equivalente “he ahí” sonaría forzado.



26.- “Lo que el signo lingüístico une no es una cosa y un nombre, sino un concepto y una imagen acústica”. (Ferdinand de Saussure, “Curso de Lingüística General”) (15)

Cada lengua se podría considerar un sofisticado sistema de señales equiparable (aparentemente), por ejemplo, al código de señales de circulación, a las señales marítimas y a otras más. Pero estos sistemas no tienen punto de comparación con el de las lenguas. En esos sistemas el “signo” es algo que nos indica un concepto conocido. La señal de “prohibido aparcar” nos advierte de esa acción, pero las ideas de ‘prohibido’ y de ‘aparcar’ ya las tenemos de antemano. Son signos que aprovechan conceptos preestablecidos. Pero con el signo lingüístico no es así. Es algo más complejo. Cuando el niño aprende el signo auga está aprendiendo simultáneamente, al mismo tiempo, a la vez, la pronunciación de /auga/ y el concepto de ‘auga’. El concepto, ¡ojo! No es que le llame auga a una auga concreta, a una determina dosis o a un recipiente de ella, no. Es que ya tiene el concepto y cuando la vea de otra forma o en otro lugar, en el río, en el mar o en el surtidor del parque, sabrá que aquello es 'auga'.

El lingüístico es un signo que tiene cuerpo y alma, una parte física y otra psíquica. Está formado, indivisiblemente, por un sonido (unas ondas sonoras) y un concepto (una representación mental). Y este concepto no está preestablecido sino que fue aprendido (e aprehendido) al mismo tiempo que ese sonido con el que lo identificamos. (16)

Los conceptos de por si no existen. Se forman en la mente de cada uno cuando aprende la primera lengua. Cuando se aprende una palabra, un “signo lingüístico”, se está aprendiendo al mismo tiempo los dos componentes del signo: un sonido y una idea. Un significante y un significado, o una expresión y un contenido, en las terminologías de los lingüistas.

Son como las dos caras de una tela. Una sin la otra no es nada y si se corta por un lado rasga también por el otro. El significante (sea sonido real o imaginación fónica) sin el significado no nos dice nada. Y el significado (concepto) sin su significante no existe. (Como mucho existirá una imagen mental de cosas materiales, pero no un concepto propiamente dicho.)

Aparte de los signos lingüísticos cada lengua tiene su propia y compleja estructura. Sus sonidos específicos, su léxico (con formas patrimoniales y formas “prestadas”), su forma de adaptar y armonizar los conceptos (morfología), de enlazar unos y otros para formar las frases (sintaxis), de situar las acciones en el tiempo (gramática de los verbos), etc., etc.

En definitiva, cada lengua es un sistema de pensamiento. Un original sistema de pensamiento formado en el tiempo por una determinada colectividad. [Anexo]



   Entrada del miércoles 4 de Noviembre de 2009:
27.- En la civilización actual (con autoridades culturales más científicas y progresistas que en épocas precedentes) se considera la perdida de una lengua como un empobrecimiento del patrimonio de la Humanidad. Hay quien considera a las lenguas como integrantes de lo que llaman “biodiversidad cultural”.

Si admitimos que una lengua como la gallega debe ser conservada hay que ser consecuentes. ¿A quién corresponde tal cometido? No podemos esperar que lo hagan los salmantinos o los murcianos, pongo por caso.

La “humanidad” perderá esta riqueza, pero los únicos que pueden evitarlo somos nosotros. Se podrá conservar en bibliotecas, fonotecas, hemerotecas, películas, etc., pero si los gallegos no lo hablamos será una lengua muerta, una pieza de museo. Si a esta lengua, una de las formas específicas del lenguaje humano, no la defendemos nosotros, los gallegos, ¿quién lo va a hacer?

Las lenguas, todas las lenguas, son “patrimonio de la humanidad” y los organismos culturales internacionales saben que tienen que protegerlas como a otro cualquier monumento de la misma calificación. Pero en el caso de un monumento-lengua su conservación depende exclusivamente de sus hablantes. Por lo menos si se quiere conservar como lengua viva. También se conserva el latín como monumento, pero no es ese precisamente el trato que queremos para nuestra lengua.

Los representantes de la humanidad, los organismos culturales internacionales, podrán animar, ayudar y aconsejar, pero, en definitiva, que una lengua siga viva depende exclusivamente de sus hablantes. Es decir, para conservar el gallego los únicos que pueden hacerlo somos los gallegos.

Nos atañe a todos. No se puede descansar en los “otros” ni dejarlo en manos de extremistas radicales (de cualquiera de los dos extremos) con el riesgo de que los resultados acaben siendo exactamente los opuestos a los pretendidos.



28.- Vemos que una lengua es más, mucho más, de lo que el común de los “discutidores” antigallegos piensa. Tratar un tema tan complejo fuera del punto de vista lingüístico sería una exposición pobre y simplona y rebajar una polémica a un nivel legalista sería triste y empobrecedor. De todas maneras como sé que hay gente que se quiere mover en este contexto diré algo al respecto:

En la realidad política actual hay dos premisas lógicas e indiscutibles. Si castellano y gallego son lenguas co-oficiales implica la obligación de la autoridad competente y el acatamiento de la ciudadanía de que 1º, todos los niños que viven en Galicia deberán aprender a hablar, leer y escribir en ambos idiomas y 2º, que cualquier persona podrá expresarse en la lengua que le de la gana.

Aunque solo fuese por espíritu cívico se debería tener respeto por las dos lenguas. Pedirlo para una sola sería una incoherencia. Ahora bien, el doble respeto no es incompatible con una cierta consideración con la parte más débil.

Al mismo tiempo también hay que decir que (por mucha razón que se tenga) tampoco sería adecuado algún tipo de imposición. Obligar, pongamos por ejemplo, a que los comerciantes rotulen sus negocios en gallego (cuando hay letreros en chino o en inglés), o a que hagan la publicidad en ese idioma (cuando en todo país libre la política de la empresa la decide el propio empresario), etc. no sería justo ni prudente. Una lengua no se puede imponer. Del mismo modo que su formación dependió, históricamente, de una serie de actuaciones colectivas y espontáneas, su uso diario también tiene que ser así porque el uso no es más que un aspecto (momentáneo) de una creación continuada y permanente.

Además en una democracia no se pueden imponer comportamientos ni costumbres. Si a un niño se le obliga a practicar el fútbol con exámenes, clases, notas, etc. podría acabar odiando tal deporte. Es diferente cuando se le obliga a estudiar matemáticas; ahí se resignará -le gusten o no- porque tiene asumido que debe ser así. Es decir, está convencido. Por eso, antes de imponer hay que convencer. ¿Se hace todo lo preciso para convencer?

También sabemos por experiencia que los desmanes y abusos de los más extremistas, que los hay, serán aprovechados como excusas y usados como argumentos en favor de la libertad, de la democracia y de cien asideros más con tal de no reconocer las evidencias inherentes al gallego.



29.- Podrá parecer una contradicción, pero no lo es. Hablar de imposición en la enseñanza no es más que un termino relativo porque, si vamos a ver, las actuaciones imperativas son connaturales con la enseñanza. Siempre fue así y así tiene que ser. ¿Acaso el estudiante puede escoger las asignaturas de una carrera, los programas de esas asignaturas o el profesor que ha de impartirlas? Nunca pudieron escoger y nunca pensaron en llamarle imposición. Todo eso hay que dejarlo en manos de expertos, especialistas, profesores y pedagogos. Y –volviendo al caso que nos ocupa- si el Estado tiene la obligación legal de defender las lenguas minoritarias y la sociedad la obligación moral de guardar el habla de los antepasados hay que exigirle a esos expertos que busquen la mejor manera de cumplir tales obligaciones. Si ningún padre que tenga hijos en el bachillerato se entromete a opinar en cuál curso de matemáticas se tiene que dar álgebra o integrales ¿por qué se mete con la lengua en la que lo hay que impartir? ¿O es que se cree que sabe más de lingüística que de matemáticas? Habrá casos en los que efectivamente sea así, pero estoy seguro de que no son estos padres precisamente los que crean los problemas. El problema no es si dar las matemáticas en gallego o en castellano. Eso es pura anécdota. El problema son las actitudes mentales. (Aunque los protagonistas no lo quieran reconocer.)

La distribución lingüística racional sería la del 50 %. El problema surge cuando unos piensan que eso es poco y otros opinan que es mucho.
Efectivamente es poco para el gallego, pero es el listón más razonable para poder establecer un consenso.

Un asunto relacionado: Hacer una encuesta entre padres, alumnos o población en general para ver que idioma se ha de utilizar en la enseñanza es algo desapropiado. Ya puestos ¿por qué no preguntar a los ciudadanos cual debe ser el trazado de una carretera, cuantas alturas se tendrían que permitir en las casas de una determinada calle o el número de Consellerías que debe tener un Gobierno? De querer preguntar y saber sobre lengua en la enseñanza habría, en tal caso, que convocar un congreso de lingüistas y pedagogos y escuchar de ellos sus conclusiones.

Hagamos una comparación: Supongamos que viene una epidemia de gripe, los afectados quieren que les den antibióticos y los médicos se niegan. Estamos en democracia ¿non? Pues, ¡venga!, hagamos una encuesta entre los enfermos para ver qué es lo que procede. ¿Estarías de acuerdo?

Sabemos que hay gente adulta que escribe profesionalmente en castellano pero que lamentan que en su momento no le hubieran enseñado, académicamente, también gallego. ¡Lo que darían algunos por haber tenido la enseñanza actual que otros critican!

(Nota anexa: No estaría de más que como “epílogo” de las clases de gramática gallega se impartiesen unas nociones de portugués.)



30.- El ser humano es una especie animal un tanto peculiar. Aparte de los comportamientos, actitudes y tendencias marcadas por su ADN como en cualquier otra especie tiene otra cualidad: es un animal que “aprende”. Aprende lo que estudia y lo que le enseñan, pero –primariamente- aprende los comportamientos propios de la idiosincrasia humana. Es lo que los especialistas llaman “socialización”. Todo niño se va socializando, se va moldeando. (Moldear: adaptar a un molde.) Para no ser rechazado por la sociedad en la que vive trata, instintivamente, de ser como los demás. Se adapta, se acomoda, aprende. En definitiva, se socializa.

Hay una parte pequeña (casi secundaria) de eso que se aprende que nos puede servir de ejemplo para que se entienda lo que queremos decir . Me refiero al “acento” (en la acepción de “entonación en el modo de hablar que distingue a los grupos lingüísticos”). El acento local es algo que se asimila en la niñez de tal modo y manera, tan a conciencia, que hasta llega a parecer, sin serlo, algo biológico y connatural. Parece étnico siendo social.

En la socialización se aprenden conocimientos, se adoptan actitudes y se asimilan creencias y convencimientos. Y en esta socialización va incluida una forma de lenguaje, la lengua, la llamada lengua nativa o primera lengua. Pero van incluidas, también, las actitudes y opiniones de la colectividad sobre esa lengua. Sí, esas personas que hoy tienen una actitud contraria al gallego es porque la heredaron. Sus padres, o su ambiente socializador, probablemente, tenían la misma actitud. (17)



31.- Nadie se puede acordar, pero lo que pasamos para aprender a hablar fue algo épico. Aprender los sonidos, adaptar el oído para oír solamente lo necesario, conocer el campo exacto del significado de las palabras, saber las posibles modificaciones de esas palabras y sus consecuencias, descubrir las formas de formar las frases, etc.

Un niño antes de aprender a hablar no sabe nada de nada. No sabe ni lo que es hablar ni lo que es aprender. La experiencia le irá enseñando que ciertos sonidos tienen una respuesta y, con gran trabajo irá aprendiendo todo un sistema lingüístico. No solo palabras, sino también la forma de combinarlas (sintaxis), de matizarlas (morfología), etc. Si aprende una segunda lengua ya no tiene que pasar un trabajo de la primera vez. Ya sabe que las formas lingüísticas sirven para comunicarse. Pero esta 2ª vez tiene que aprender otra cosa: que los hábitos adquiridos (sonidos, palabras, formación de frases, etc.) son distintos y hay que variarlos. Esto implica que para una tercera lengua ya tiene aprendidos los requisitos básicos, los requerimientos elementales. Ya sabe de que va la “partitura”. Solo tiene que aprender las notas.

Esto nos lleva a otra cuestión. Es indubitable que la primera experiencia lingüística debería ser en la lengua materna, pero ¿a que edad se debe intentar la 2ª lengua? La respuesta es difícil por cuanto no se ponen de acuerdo los expertos. Unos dicen que una interferencia temprana puede producir confusión. Otros que si el niño se percata de que hay sonidos que no producen reacción alguna en determinada gente, propiciará que ese niño tenga un estímulo para aprender también esa nueva “complicidad”. Dejemos todo eso para los técnicos y hablemos de los adultos.

Es normal en cualquier hablante adulto, mientras no se ilustra en el tema, pensar que la estructura de las lenguas es única. Como si hubiese un esquema universal y las diferencias consistiesen simplemente en intercambiar las piezas, en encajar los elementos disponiendo de unos catálogos de palabras. Cuando aprende una segunda lengua advierte que es otro sistema. Con esta experiencia esta persona, ahora bilingüe, tiene mucho camino andado para aprender nuevas lenguas. Esta ventaja la tenemos los gallegos aunque no nos demos cuenta de ella.



   Entrada del viernes 4 de Noviembre de 2009:
32.- Sin ánimo de ninguna nueva polémica diré que realmente el “pueblo” gallego sigue hablando en gallego. Los gallegos bilingües, mal que nos pese, en realidad, somos, culturalmente, unos híbridos. Pero ...

Seamos realistas. Hoy Galicia es bilingüe. Bien es cierto que la inmensa mayoría de los que hoy son castellano-hablantes son la 1ª, la 2ª o, como mucho, la 3ª generación en serlo en su familia. (Si el gallego tiene más de 1000 años quiere decir que lo llevan hablando más de 40 generaciones.) También es cierto que el proceso por el que llegamos a esta situación no es el ideal, ya que dicho proceso fue traumático; pero ahora estamos ahí, instalados en el bilingüismo. El bilingüismo, en si, no tiene por qué ser malo; depende de que tipo de bilingüismo estemos hablando. Hasta me atrevería a decir que si hoy no lo tuviéramos habría que “inventarlo”. Lo malo –en nuestro caso- es como se llegó a el. Lo malo es cuando la diglosia está detrás. Lo malo, ¡lo peor!, es el prejuicio que nos formamos como valor negativo añadido a la diglosia.

Hoy, en Galicia, “hablar solo gallego” sería un suicidio político e internacional y “hablar solo castellano” sería una pobreza cultural, una vergüenza social y una injusticia histórica.

El bilingüismo voluntario es bueno en si mismo, pero una cosa es el bilingüismo voluntario y otra el bilingüismo forzado. Este tal, hasta ahora, fue el nuestro. Impuesto, fruto de la historia, diglósico. Y es bien sabido que el bilingüismo diglósico, o negativo, es un camino seguro de desaparición de la lengua minorada. No interesa. Ese es el bilingüismo que entiende cierta agrupación que, teóricamente, lo admite, pero que –en la práctica- considera al gallego como una amenaza(18)

Lo que hace falta es un bilingüismo positivo. Responsable. Consciente. Con dos idiomas en las mismas condiciones. Hablemos por separado del conocimiento y del uso.

La formación intelectual de la persona bilingüe, la que tiene conocimiento de dos lenguas, siempre es positiva: puede comunicarse con más gente, le ayuda a entender la esencia de las lenguas, le hace comprender lo que son las estructuras lingüísticas, le aporta e un “registro” conceptual más amplio y variado y -como está demostrado- facilita el aprendizaje de nuevos idiomas.

El bilingüismo perfecto evitaría desacertadas polémicas (gallego versus castellano) porque donde hoy mucha gente ve realidades antagónicas, como si fuesen cosas enfrentadas, vería una riqueza. Si, eso de disponer de dos lenguas es una verdadera riqueza. Cultural, expresiva y comunicativa
¿Mereceremos los gallegos tener esa riqueza?



33.- El gallego solo puede subsistir si es capaz de coexistir en igualdad de condiciones con el castellano. Pero un bilingüismo así, es decir, un bilingüismo positivo, es realmente difícil. Requeriría un consenso de toda la población. (19) De todas formas estaremos tanto más cerca de ese consenso cuanto más en gallego se hable. Si la gente de la “vergüenza” y la del “pudor” ve como los demás hablan gallego sin problemas ellos irán eliminando sus “temores”.

Cuando en los centros de las ciudades (más concretamente de A Coruña y Vigo) se hable a diario el gallego como cosa normal quizá estemos ante la señal de nos estamos acercando al bilingüismo perfecto. El ser humano es una especie social, casi gregaria (dicho sin ánimo peyorativo). Las más de las veces hace lo que ve, lo cual es el mecanismo por el que se mantiene la cohesión de una sociedad. Pues bien, hagamos que todos vean que no se es menos por hablar la lengua en la que lo hacían los padres o los abuelos.

Esto (este uso) no está en contradicción con lo que dijimos en el apartado anterior. Mientras no se llegue a ese consenso que decíamos, de alguna manera hay que compensar la diferencia de condiciones.

Sabemos que el castellano es una lengua de primera división (social e internacionalmente). No vamos, a estas alturas, pretender que descienda de categoría. Sería imposible, ya que no hay quien pueda con el, e improcedente. A lo que sí tenemos que aspirar es a que el gallego alcance también esa primera división. Si tenemos dos lenguas queremos que las dos jueguen en primera, por lo menos en Galicia.

Para normalizar (“hacer que sea normal”) el gallego bien están la legislación, el uso administrativo, las actuaciones públicas, etc., pero no se logrará mientras no eliminemos los fantasmas que se esconden en el subconsciente de mucha gente.



34.- Si yo fuese publicista y me encargasen alguna acción a favor del gallego propondría una determinada campaña. Campaña que no resolvería nada en lo concerniente al grupo que más arriba asimilamos con el “odio”, pero que serviría para ayudar a los grupos de la “vergüenza” y del “pudor”. Podría llamarse “De entrada, en galego”.

Antes de explicar su esencia diré que la gente podría adherirse voluntariamente de algún modo (incluso llevar algún “pin” o firmar algo) como un rito de compromiso consigo mismo. La filosofía de la campaña sería la defensa del más débil pero dentro del respeto mutuo. Se podrían adherir no solo el ciudadano individual sino también empresas –comercio, telefonía, hostelería, sanidad, etc- y asociaciones –clubes deportivos, sociedades recreativas, etc.

Consistiría en que todo gallego adherido, cuando se dirigiese a otra persona, especialmente si fuese desconocida, le hablaría de entrada, en gallego. Después, según la reacción o la respuesta del otro, seguiría en gallego o cambiaría al castellano. Con todo el respeto y naturalidad. La decisión idiomática de la conversación quedaría en manos del interlocutor, pero la primera frase, la iniciativa -en sus dos acepciones-, sería siempre en gallego.

Sospecho que nos íbamos a llevar muchas agradables sorpresas. Primero en el número de "afiliados". Y segundo en la actitud de los interpelados. Posiblemente descubriésemos que los amantes del gallego somos bastantes más de los que la rutina diaria nos quiere hacer ver. (La rutina o el pesimismo del gallego). También serviría para darle a alguno ese pequeno empujón que parece que le está haciendo falta. Si el interlocutor resultase ser de otra parte de España y viese que, de inmediato, después de hablar él, seguimos la conversación en su castellano, posiblemente le causásemos la impresión de ser un pueblo con más personalidad y tolerancia de la que él antes pensaba. Y hasta puede que nos respetasen más.

La proliferación de actuaciones de este tipo, aparte de cubrir el objetivo principal, tendría un beneficio añadido: obligaría a los gallegos a definirse. Al humano gallego le cuesta manifestarse, pero con esto que propongo lo estarían haciendo tanto los que se adhiriesen como –en un sentido o en el otro- todos aquellos que fuesen interpelados por los adheridos. Y todo ello sin obligar a nadie a nada.

¿Quién se anima a organizarlo?



35.- Los padres que enseñaron a sus hijos una lengua distinta, los que rompieron la cadena, actuaron forzados por las circunstancias. En realidad no tuvieron libertad para hacer otra cosa. Y no hay que echarle toda la culpa a las imposiciones políticas. Lo que más fuerza hizo fueron las presiones sociales, es decir, las actitudes colectivas de la propia sociedad. Ahora tenemos que conseguir esa libertad, la situación en la que todos puedan ejercer libremente sus derechos lingüísticos, teniendo presente que solo puede escoger entre dos lenguas aquel que tiene conocimiento de ellas y capacidad para expresarse en ambas.

La supervivencia del gallego pasa por la normalización lingüística entendiendo como tal el hecho de poner las condiciones precisas para que el uso de ese idioma sea algo totalmente normal. Pero la condición más importante es la de la concienciación de la voluntad popular. Si el pueblo no quiere no hay nada que hacer.


El gallego es una lengua sentenciada a muerte por la historia y por las generaciones pasadas. Pero es una lengua que se resiste a morir y por ello hace una apelación o recurso ante el único tribunal que puede suspender esa ejecución. Ese tribunal somos nosotros, los gallegos todos que hoy estamos vivos. ¿Seremos tan desnaturalizados como para negarle nuestro amparo?




APÉNDICE

I.- Permítanme, por los años que ya tengo, que traiga aquí algunos recuerdos de mi experiencia personal. Estoy seguro de que coincidirán en muchos casos con los de más gente de mi época.

Todas las familias, linajes, estirpes o líneas genealógicas de los que hoy hablan castellano tuvieron una generación que fue el punto de inflexión lingüística de esa estirpe. Es el caso de la mía. Todos mis antepasados, incluyendo los padres, fueron gallego parlantes, pero yo, y después todos mis hermanos, nacimos durante el franquismo, en la ciudad de Ourense y en una familia de clase media. ¿Qué pasó? Que fuimos educados “formalmente” en castellano, aunque –a pesar de los pesares y sin querer- aprendimos también el gallego porque estábamos inmersos, incluso familiarmente, en ese ambiente.

Siendo todavía niño me sorprendían algunas cosas. Como, por ejemplo, que el cura de nuestra parroquia hablase castellano en el púlpito y de puertas hacia fuera hablase gallego con los feligreses o con otros clérigos. O que unos guardias civiles, vecinos, cuando estaban entre ellos hablasen también gallego. O que alguno de los amigos de mi padre que eran funcionarios –muy castellano correctos en su puesto de trabajo- cuando se reunían con la pandilla para tomar unas tazas hablaban como todos los demás. Recuerdo que me daba cierta rabia que cuando una persona mayor se dirigía a mi lo hiciese en castellano, solo por el hecho de ser niño. Quizá por eso yo, y mucha otra gente que estaba en mi mismo caso, teníamos la sensación de que el gallego era el idioma de los adultos y el castellano el de los rapaces. Recuerdo también cómo en el colegio le llamaban la atención a algunos, internos generalmente, por hablar en la lengua en la que siempre habían hablado.

Pero la auténtica “revelación” la tuve a los 18 años cuando, por causa de la carrera que estaba haciendo, tuve que estudiar lengua portuguesa. Las sorpresas fueron constantes. La primera ya fue en la primera lección, que trataba sobre las vocales. Ver que el portugués tenía 7 vocales (cuando siempre nos habían enseñado que “existían” cinco) y comprobar sus sonidos fue revelador. ¡Si era igual que en gallego! Después vinieron muchas más cosas. Poco a poco saqué varias conclusiones: Primera, que no hay una estructura única de las lenguas sino que cada una tiene la suya propia (Gallego y portugués distintos del castellano); segunda, que el gallego tiene la estructura del portugués (aunque haya diferencias en algunas “piezas”), y, tercera, que si el portugués es una lengua respetable ¿por qué no iba a serlo el gallego? A partir de ahí comenzaron mis indagaciones e inquietudes.



II.- Los niños urbanos de mi edad fuimos la primera generación educada en castellano –de forma masiva- por padres gallego-parlantes. Pero los que entonces éramos hijos después fuimos padres. Y cuando fuimos padres volvimos a repetir la mala práctica. Fue una especie de “pecado” colectivo de nuestra generación . (Lo que no quita que hubiera excepciones.) No es por disculparme, pero hay que entender la ingente presión social que sufrimos la gente de aquella época. Vivimos unos tiempos en los que tomar conciencia requería una sensibilidad y unas circunstancias personales que no estaban al alcance de todos. Hoy, afortunadamente, las cosas son distintas, pero aún así hay gente que no consigue “des-aprender” lo que en su día le inculcaron.

Y ¿qué debería hacer hoy un padre bilingüe con sus hijos? La cosa está clara: hacerle ver que las dos lenguas son “normales”, que las dos son igual de dignas. ¿Cómo? ¿Explicándoselo? No, salvo que venga al caso. Las cosas normales no hay que explicarlas. Basta con hacerlas. En este caso basta con hablarle, indistintamente, en las dos lenguas ¿En cual de ellas se le ha de hablar más? Eso irá en el gusto de cada uno, pero lo importante no es la cantidad. Lo importante es que el chiquillo capte que no hay problema en hablar también en la “otra” lengua (sea cual sea, en cada caso, esa “otra”). Que se percate de la normalidad y de la naturalidad.(20) Que sienta que los gallegos tenemos esa ventaja de poder hablar, indistintamente, en dos hablas. Ese aprendizaje tiene que ser el de un sentimiento antes que el de un raciocinio.

Cuando sea adulto ya tomará sus propias decisiones, pero lo importante es que no sea un adulto condicionado.

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NOTAS

1.-Segun esa Carta no existe una jerarquía de lenguas, todas forman parte de la identidad europea, y por ello, los europeos deben tender al plurilinguísmo. Se puede acceder desde aquí al texto completo de la Carta. (En PDF) (Volver)

2.- Para ampliación de estos datos se puede consultar el Portal de la Unión Europea o una web de la Comisión Europea, la de Languages of Europe. (Volver)

3.- Para tener una idea de la situación de Galicia en aquellos años puede leerse en Internet el articulo "La doma y castración de Galicia" Autor: Xoâo de Golmar (Volver)

4.- Entre unas cosas y otras, el gallego como lengua materna perdió muchos más hablantes en los últimos 70 anos que en el total de todos los 1.000 años precedentes. Tanto en cifras absolutas como relativas. (Volver)

5.- Cuando digo “habla propia” me estoy refiriendo al habla hecha, construida, conformada por nuestros antepasados. Digo “propia” en el sentido de “nuestra”. Cualquier otra también puede ser “propia” de un individuo, pero esta es propia de un pueblo. (Volver)

6.- Pueden verse vídeos de testimonios en "Archivo de la Experiencia"    (Volver)

7.- Yo mismo (sin tener ningún título para ello, que no había) tuve el atrevimiento de impartir un curso de gramática gallega en una Agrupación Cultural de una villa de la provincia en el año 1971. Como texto para los "alumnos" (que tampoco había) hube de preparar un folleto que después reprodujimos con una multicopista.     (Volver)

8.- En el Certamen de Ribadavia de 1974 el jurado, presidido por Blanco Amor, me concedió el primer premio por mi obra "A tola xuiciosa".     (Volver)

9.- Por supuesto, en la mayoría de los casos, con acento gallego. Acento que encaja bien con la prosodia del gallego, pero que desentona y extraña hablando castellano.   (Volver)

10.- Todos los pueblos tuvieron una prehistoria de tribus autónomas y libres, pero mientras en otros lugares los avatares posteriores (invasiones, guerras, homogeneización de territorios, etc.) contribuyeron a diluir esas autonomías en entes superiores aquí la orografía y la propia historia mantuvo, en las parroquias rurales, los aislamientos primitivos. (Volver)

11.- El desarrollo del Norte de Portugal no tuvo mejor suerte y, sin embargo, esos vecinos nuestros están orgullosos de la lengua y la hablan con toda normalidad. (Volver)

12.- Por supuesto que también hay organizaciones de defensa y promoción del gallego, pero la existencia de estas (independientemente de los matices que las puedan diferenciar) entra por completo en el terreno de la más absoluta coherencia. (Volver)

13.- Alguna vez oímos decir que el gallego no sirve de nada pasado El Padornelo y La Canda. ¡Falso! No servirá para comunicarse con otros, que es la función consecuente del lenguaje, pero sigue valiendo para pensar, que es la función elemental. (Lo veremos más adelante) (Volver)

14.- Hay que ser muy prudentes con estas estadísticas de hablantes pues muchas de ellas están hechas a partir de encuestas en las hay quien declara (y piensa) que habla castellano, cuando en realidad lo que habla es un castrapo (castellano agallegado).    (Volver)

15.- Ferdinand de Saussure (1857 -1913), lingüista suizo, está considerado como el fundador de la lingüística moderna con el movimiento conocido como estructuralismo lingüístico. (Volver)

16.- Algunos autores consideran que el signo lingüístico puede ser, además de una palabra, cualquier porción de ella que aporte información, un “elemento formante”, que serían signos elementales (morfemas) tales como fonemas, desinencias, prefijos, sufijos, infijos, raíces, etc. Así, por ejemplo, la palabra ‘vicesecretarias’ constaría de 5 signos: vice-secret-ari-a-s. (Volver)

17.- Actualmente el proceso de socialización ya no es exactamente igual que antes y la identificación de los hijos con los padres (antes incuestionable) ahora, a veces, ya no es tan absoluta. Actualmente cuenta mucho la televisión y los compañeros. (Volver)

18.- Están a la defensiva. ¡Tienen miedo del gallego! Y entonces su programa es una especie de escudo, una barrera, para no pasar de ahí. “Bilingüismo sí, pero que el gallego no supere al castellano”. Y si es al revés, si el castellano supera al gallego “¡Qué le vamos a hacer! Es la tendencia histórica.” (Volver)

19.- Para cualquier gallego que sea castellano hablante, aún suponiendo que no sepa nada de gallego (que es mucho suponer), para ese gallego, digo, aprender el idioma será sumamente fácil porque, sin él saberlo, ya tiene aprendido el sistema fonológico, que es la primera dificultad que se presenta cuando uno se enfrenta a una lengua nueva. En la realidad los gallegos, aunque se expresen en castellano, lo hacen –mal que les pese- pronunciando los sonidos (vocales incluidas) del gallego. Su oído comprende y su aparato fonador produce los sonidos propios de la prosodia del gallego. Por otra parte conocen gran parte del léxico. Solo tienen que aprender la sintaxis (Volver)

20.- ¡No vaya a pensar de adulto -entre otras cosas- que es de mala educación hablar en gallego a un desconocido! (Volver)

* La foto del Foro de Castro Caldelas está tomada del libro de la exposición "Alfonso IX e a súa época / y su época" celebrada en A Coruña en el 2008 y organizada por el Ayuntamiento de la ciudad y el Ministerio de Cultura.




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