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CAMBIO DE HORA

Por Ataulfo Reza Zorelle      


De nuevo, una vez más, tenemos que cambiar la hora de nuestros relojes y, otra vez tambien, nos preguntamos si eso sirve para algo. Los medios de comunicación hablan de grandes ahorros energéticos, pero con dos particularidades que quiero subrayar. La primera es que esas cifras se predican como una especie de dogma de fe que hay que acatar, sin explicar como fueron hechos tales cálculos y sin dar la opción (que yo sepa) a que cualquier ciudadano pueda analizarlos y comprobarlos. La segunda es que políticos, periódicos y televisiones repiten en Octubre las mismas cifras y razonamientos que en Marzo. Y esto sí que no lo podemos admitir. Porque estamos hablando de situaciones distintas. Es factible que se pueda ahorrar energía con el horario de verano, pero es imposible hacerlo con el mal llamado horario de invierno. Este va a ser el tema de este artículo.

Para empezar no se debería hablar de horario de verano y horario de invierno (como sugiero en el párrafo anterior). En realidad lo que hay es un horario standar, civil, normal o como se le quiera llamar, propio de cada país. Luego, a modo de medida excepcional, hay el Horario de Verano (tambien conocido, en inglés, como DST - Daylight Saving Time-, en castellano, “Horario de ahorro de luz diurna”). Esta aparente sutileza no es ninguna tontería, pues si los periodistas fuesen conocedores y conscientes de ella no redactarían sus textos como lo hacen. En Europa se conoce el “Horario de Verano Europeo” o “European Summer Time” (EST) y los países de la Unión Europea se rigen por la Directiva 2000/84/CE del Parlamento Europeo y del Consejo, de 19 de enero de 2001, relativa a las disposiciones sobre la hora de verano. (Adoptada en España por el “REAL DECRETO 236/2002, de 1 de marzo, por el que se establece la hora de verano.”) A consecuencia de estas normas el Horario de verano se inicia todos los años en la madrugada del último domingo del mes de marzo, concretamente a las 2:00 horas, pasando en ese momento a ser las 3:00. Ese horario termina el último domingo de Octubre, realizando la operación inversa, es decir, retrasando los relojes una hora a las 3:00, que pasan a ser las 2:00.

Este sistema pretende aprovechar la luz natural en el período en que los días son más duraderos evitando dormir mientras haya luz solar. Evidentemente el presunto ahorro se produce, exclusivamente, en iluminación. (Diré más aún: con unas administraciones públicas competentes la economía de iluminación se produciría sólo en el ámbito doméstico y en los vehículos; la iluminación pública debería de funcionar por células fotoeléctricas, independientemente de los horarios establecidos.) Los demás aprovechamientos de la energía artificial (industria, comercio, transporte, electrodomésticos, etc.) no varían. Las máquinas, los comercios, los camiones o las lavadoras no tienen nada que ver con el horario.

Por otra parte, las horas de luz solar son distintas y únicas en cada lugar, según sea su longitud y su latitud. La primera de esas magnitudes marca la hora de comienzo (cuanto más al este, antes empieza el día) y la segunda, su duración (cuanto más al norte -hablamos de este hemisferio- más horas de sol). Hay que tener tambien en cuenta que Europa esta relacionada con 4 distintos husos horarios, lo cual viene a complicar más las cosas. Por ejemplo, a Galicia, Portugal y Canarias, le corresponde una hora anterior a la del resto de la península. Aparte de lo dicho, la duración de los días es siempre distinta. Dicha duración empieza a crecer en el equinoccio de primavera (en torno al 21 de marzo), fecha en la que el día es igual a la noche, alcanza su máximo en el solsticio de verano, 21 de Junio, y a partir de ahí vuelve a decrecer hasta el siguiente equinoccio, el de otoño, sobre el 22-23 de septiembre, en el que volvemos a tener doce horas de día y doce de noche. Todo esto hace que estemos hablando de un modelo sumamente complejo. Teoricamente sería una sofisticada función matemática supeditada a varias variables independientes. Esta función habría que maximizarla para obtener el horario óptimo, es decir, aquel con el cual se pudiese conseguir el mayor número de horas de luz, en el máximo de lugares posibles y durante el período más prolongado. Dudo mucho que estos cálculos se hayan realizado, predominando la rutina de atrasar una hora, cifra redonda, sin nada más. La consecuencia es que el aprovechamiento de luz, y por lo tanto el ahorro de energía, es muy distinto de unos lugares a otros. Y calcular el total de ese ahorro en un área tan extensa y diversificada resulta un tanto hipotético.

De todas maneras el objetivo principal de este comentario no es esta cuestión, sinó como dije, la situación contraria. ¿Se ahorra algo cuando volvemos al horario standard? Evidente y rotundamente, no. El ahorro es factible (al menos teoricamente) cuando las horas de, llamémosle, vigilia se pueden encajar en un período de luz solar. Entendemos por “vigilia” el tiempo que estamos despiertos, el cual, por término medio, puede ser de 16 horas, siendo el tiempo de sueño de otras 8 horas. Dado que en primavera-verano las horas de luz empiezan siendo 12 y progresivamente van aumentando hasta sobrepasar (durante más o menos tiempo, según la latitud) el citado período de las 16 horas, entra en lo posible que un horario se pueda racionalizar para obtener un beneficio.

Sin embargo, en el período contrario, las horas de luz, partiendo del equilibrio “12 horas de noche-12 horas de día”, van progresivamente disminuyendo hasta llegar al solsticio de invierno, alrededor del 21 de Diciembre, en el que se produce el día más corto y la noche más larga. Y a partir de ahí vuelven a crecer los días, pero sin llegar a sobrepasar nunca las 12 horas que se alcanzan, como vimos, en el día del equinoccio.

Esto quiere decir que, incluso en el dia más favorable, con 12 horas de luz, tendremos 4 horas, en las que necesariamente hemos de recurrir a la luz artificial para completar el período medio de vigilia (las 16 horas) de que hablábamos. Que esas horas de luz eléctrica sean a primera hora de la mañana o a última hora de la tarde es totalmente indiferente y, por lo tanto, pensar en uno u otro horario sería una vanalidad. Y hablamos de 4 horas en los dos días extremos más favorables, pero todos sabemos que en Galicia, a finales de Diciembre, las horas solares quedan reducidas aproximadamente a 8. O sea, que hay otras ocho en las que necesariamente, sea en un momento o en otro, tenemos que recurrir a la luz artificial. Por muchas vueltas que le queramos dar es materialmente imposible encajar una magnitud de 16 dentro de otra de 8.

Después de dicho esto y para terminar me hago la pregunta que nadie me sabe responder. ¿Por qué no se estudia, de forma seria y competente, el horario óptimo para ese período en el que hay un margen aprovechable y se mantiene ese horario de forma permanente, para todo el año? (Téngase en cuenta, además, que el período que llamamos “excepcional”, el del Horario de Verano, es mayor que el “normal. El 1º es de 7 meses y el 2º, de 5.)

P.D. El artículo siguiente (“Las estaciones del año”) es complementario de éste. Quizá te ayude a recordar conocimientos colegiales y a comprender mejor todo lo dicho hasta aquí.

 


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