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LA TORRE DE BABEL
POR TINO MOURIÑO

Hay gente que no cree en la historia de Babel. Y no se dan cuenta, de que sus efectos llegan hasta nuestros días. Cada vez es más difícil entendernos y los causantes son unas veces las minorías fanáticas y otras las personas que se buscan un medio de vida, aunque también ayudan los que tienen pocas luces y/o mundo.
Nadie puede echar de menos lo que nunca ha conocido. Y los que nunca han salido de su tribu peor, claro. Quienes se preocuparon de viajar por España, hace años cuando no había medios ni dinero, (como Pepe Arcas, vecino de la calle de Colón y ahora emigrado en Vigo que en los años 60 se fue en auto stop hasta las playas de Cataluña), añoran ahora la facilidad de comunicación que entonces había. Todo el mundo hablaba igual y nadie alardeaba de hacerlo de forma distinta aunque pudiera. Y los nombres de los pueblos eran inequívocos: Lérida era Lérida, Gerona, Pamplona, Irún, etc.
Ahora cada vez más, los nombres geográficos, de las calles y la forma de hablar cambian para entenderse peor entre las personas.
Las modas, también causan extrañeza. Hace unos años, la televisión emitió unas películas argentinas. Asombrosamente todos los actores hablaban como se hace en España. No como hablan ahora los argentinos que parecen italianos hablando el castellano
Pero aunque la fiebre de la diferenciación está de moda, esto ha ocurrido desde que se hizo la Torre.
Y si no, acordaros de la historia del franciscano Fray Hurtado de Cullera, geógrafo. A quien las modas le cambiaron la mayoría de los nombre que él había puesto.
Desembarcó en California, procedente de una expedición enviada por H. Cortés. Junto con sus hermanos de congregación, se dedicaron a fundar pueblos y a señalar lugares.
Este hombre, que la historia no ha tenido en cuenta, dio nombre, aparte de todos los pueblos con nombre de santos (Bernardino, Francisco, Elena, Andrés, Diego, Ángeles, etc.), a Estados completos que hoy forman parte de los Usa, donde se quedaban algunos de su cortejo para colonizar diversas zonas.
Como Nevada (por la gran cordillera). Colorado (por el río de aguas rojizas). Arizona (zona árida, por el desierto). California (Horno de Cal). Montaña (hoy Montana por lo de las eñes). Dacosta del Norte y Dacosta del Sur (por un monaguillo portugués que le acompañaba). Hoy Dakota del Norte y D. del Sur). Utá (repetida palabra con la que insistía el traductor indio, al preguntar por el postre. Hoy UTAH). Pequeña Sotana (hoy Minnesota). Tejas (Donde se fabricaban las ídem. Hoy Texas). Orejón (por uno de sus acompañantes, gallego, que se quedó en aquella zona para montar un rancho. Hoy Oregón). Cansas (como referencia a una zona donde se cansaban mucho debido al clima y la orografía. ¿Te “cansas”?. Hoy llamado Kansas). Incluso en Canadá le dio a una zona el nombre de Alberta en recuerdo de la mujer de Orejón.
La historia no lo tuvo en cuenta porque, en realidad, nunca existió. Pero el origen de estos nombres actuales da la sensación de que eran otros.
Y ahora un ejemplo de una rápida corrupción babélica: Antiguamente se llamaba Señor, después Padre, después Papá y ahora parece que es Pá (pá voia montá un corrá).
¿Es comodidad, incultura, falta de educación, vagancia, o mi tribu es la mejor?
¿Nos pasamos al esperanto?
Y ¿qué hacemos con los badocos?







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